Hace unos días los alumnos de 1º de infantil veían la
práctica de la grafomotricidad como poco menos que un castigo. Hacían las
fichas a todo correr y sin cuidado para acabar lo antes posible y marcharse a
jugar. Así no nos quedaba más remedio que borrar ocho millones de veces y
hacernos repetir hasta que nos quedaba un poco más aceptable.
Ahora con esta especie de "pizarra mágica" que nos hemos creado, esta actividad les parece mucho más entretenida y además son ellos mismos los que se borran cuando les ha quedado un poco "chuchurrío".
Me encanta la cara que ponen cuando se acuerdan que se borra con el dedo.
Lo malo es que el rotulador de la camiseta no se borra con
el papel y puede que alguna mamá o papá se nos enfade un poquito al poner la
lavadora. Pequeños inconvenientes del día a día (lo sentimos). Pero os
aseguramos que a ellos les encanta.
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